Tuve una tienda en mi pueblo, precioso lugar,
te vendÃa de un camote de Puebla a un milagro a san Buto,
pitos, pistolas pa´ niños te hacÃa yo comprar,
pa´ tu cruda una panza, te inflaba una llanta al minuto.
Aros, argollas, medallas podÃas adquirir;
un anillo, un taladro, petacas, tu cincho de cuero;
te enterraba en el panteón, te introducÃa en el cajón,
antes con un zapapico te abrÃa tu agujero;
me dabas para alquilar alguien que fuera a llorar,
mientras lloraba alumbraba con velas tu entierro.
Leche, tu té, chocolate, tu avena o café;
te sacaba las muelas picadas, dejaba las buenas;
pasas, el chicozapote, frijoles con miel;
habÃa métodos, tubos o huevos o platos o leña.
Desde Apizaco ayocotes mandaba traer;
exportaba el chipotle en cajones, también la memela;
chupones para el bebé, de un agorero hasta un buey,
chochos y mechas, bizcochos, tiraba rayuela;
el dÃa de madres vendà lo que el dÃa veinte metÃ:
nabos, zanahorias, ejotes y chile en cazuela.
Plumas en sacos de lona o tela de Juir,
habÃa lomos y tallos de rosas, mangueras y limas,
mangos, mameyes, cojines, trasteros de aquÃ,
habÃa zumo de caña, metates, tompiates, tarimas.
De un embutido un chorizo podÃas tu llevar,
longaniza de aquella que train los inditos de juera;
te acomodaba al llegar en mi hotel particular,
tres pesos más te sacaba por la regadera;
pero un buen dÃa me perdÃ, y hasta mi tienda vendÃ,
sólo salvé del traspaso la parte trasera.
Tuve una tienda en mi pueblo, precioso lugar.