Desde la plaza de armas de un lugar cualquiera,
te escribo una carta para que tú sepas
lo que ya sabÃas, aunque no lo dijeras.
Espero que llegue a tus manos y, que no la devuelvas.
Que pagues el rescate que abajo te indico.
Yo tampoco me explico, por qué no acudà antes a ti.
Pero nadie puede salvarme, nadie sabe lo que sabes,
y tampoco entregarÃan lo que vale mi rescate.
No hay dinero, ni castillos,
ni avales, ni talonarios,
no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-, ni en planetas por descubrir, lo que aquà te pido.
Y no te obligo a nada que no quieras.
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden; te conocen, pero no llegan a ti.
Decidà por eso mismo, un mecanismo de defensa. Presa como está mi alma, con la calma uficiente, ser más fuerte, y enfrentarme cuanto antes a la verdad,
sin dudar un segundo, lo asumo, sólo tú puedes pagar el rescate.
Devuélveme el amor que me arrebataste,
o entrégaselo, lo mismo me da, al abajo firmante;
pues no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-,
ni en planetas por descubrir, lo que aquà te pido.
Y no te obligo a nada que no quieras.
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden, te conocen, pero no llegan a ti.
Y no te obligo a nada que no quieras.
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden, te conocen, pero no llegan a ti.